La comunicación no verbal es todavía una ciencia incipiente. Sólo a comienzos del siglo XX fue cuando empezó una verdadera investigación sobre este tema, aunque también se debe advertir que ha sido algo que ha atraído a los artistas a lo largo de los siglos: los escultores y pintores siempre han tenido en cuenta lo mucho que puede transmitir un gesto o postura determinados; los escritores, al describir una escena, se valen de las expresiones de los personajes para denotar una u otra cosa, etc. La investigación sobre la comunicación no verbal es estudiada desde el punto de vista de cinco disciplinas diferentes: la psicología, la psiquiatría, la antropología, la sociología y la etología, y a raíz de los descubrimientos que se hicieron surgió la cinesis, que como su nombre indica, estudia el movimiento del cuerpo humano. Todas estas ciencias coinciden en algo: la forma de moverse de un individuo proporciona indicaciones sobre su carácter, sus emociones y sus reacciones hacia el mundo que lo rodea. Por eso mismo, cada vez son más los terapeutas que graban sus sesiones en vídeo, para estudiar el comportamiento de sus pacientes, poder analizar la causa de su problema y enseñarles a superarlo. Además, estas películas son una interesante fuente de material para los aspirantes a terapeutas, ya que en ellas se pueden examinar los movimientos necesarios para estimular al paciente.
Uno de los especialistas en cinesis con más renombre es el profesor William Condon, en cuyo laboratorio, el Western Psychiatric Institute and Clinic de Pittsburgh, ha realizado múltiples experimentos. Condon sostiene que el cuerpo del hombre baila al compás de su discurso, es decir, que al hablar, marcamos un ritmo que nuestras manos, nuestros cabeceos, nuestros parpadeos y todos los movimientos del cuerpo siguen. Pero esto no se queda aquí. Condon, después de analizar cientos de películas a cámara lenta, en las que se puede apreciar con más exactitud los pequeños movimientos y reacciones de las personas en determinadas situaciones, asegura que el sistema no está formado solo por el hablante, sino que el que escucha también sigue este compás marcado por las palabras. Esta es la base de su teoría de la “sincronía interaccional”, que dice que dos personas que hablan no están unidas simplemente por las palabras que intercambian, sino que también comparten movimientos y el ritmo de éstos. Aunque en la vida real la sincronía interaccional es muy difícil de apreciar, ya que se produce muy rápida y sutilmente como para ser conscientes de ella, el profesor Condon asegura que es el cimiento sobre el que está edificada la comunicación humana. Se puede realizar un experimento muy simple para comprobar la existencia de esta sincronía: se pide a alguien que marque un ritmo con los dedos y luego otra persona empieza a hablar. Pronto se constatará que los acentos o divisiones silábicas de las palabras de uno coinciden con el golpe de los dedos del otro. Pero, ¿para qué sirve la sincronía interaccional? Condon cree que sin ella la comunicación sería algo imposible, o quizá mucho más complicado. Además, sirve para indicar al hablante que el oyente está escuchando realmente, ya que cuando éste se distrae, la sincronía fallará o desaparecerá por completo. También es cierto que la sincronía es muy variable, ya que dos personas pueden mover solo sus cabezas al compás, o añadir movimientos de pies, manos, etc.; y dos personas que tengan una relación íntima se moverán de forma mucho más armónica que dos que no la tengan. En un nivel subliminal, la sincronía interaccional expresa variaciones sutiles pero importantes en la relación, y no es sólo una forma de demostrar armonía, sino también de incluir o excluir a otros: en una de las películas que analizó Condon se mostraba a una madre con sus dos hijas mellizas, una de las cuales era esquizofrénica. La madre y la hija normal se movieron al mismo ritmo y compartieron la misma postura al hablar durante el noventa y cinco por ciento del tiempo, mientras que la niña esquizofrénica rara vez coincidía con su madre o con su hermana. Cada vez que intentaba colocarse de forma armónica con la madre, ésta inmediatamente cambiaba de postura, como si así mantuviese la distancia entre ambas.
La sincronía interaccional es algo difícil de estudiar, ya que varía de unas personas a otras, dependiendo de su estado de salud, su raza, su lengua… Por ejemplo, algunas de las patologías que pueden alterar esta sincronía son los trastornos cerebrales. Los esquizofrénicos, los niños autistas, los que padecen párkinson, epilepsia leve o afasia y los tartamudos están fuera de sincronía consigo mismos: algunas partes de su cuerpo siguen el ritmo de sus palabras, pero otras van totalmente descompasadas, muchas veces dando una impresión de torpeza. También hay una gran diferencia de movimientos entre personas de raza negra y de raza blanca, debida principalmente a la cultura. Condon ha observado que las personas blancas mueven todo el cuerpo al compás, mientras que las de raza negra pueden ir a un ritmo más rápido, e incluso llevar velocidades distintas en cada una de las manos, lo que es algo prácticamente imposible para los blancos. Los negros, en general, son más rápidos, más sutiles y más sensibles a matices no verbales. Además, el movimiento ocular es diferente: mientras en las familias blancas de clase media se suele mirar directamente a los ojos al hablar, en las familias negras es algo inusual. Esto explicaría el hecho de que al encontrarse negros y blancos, los primeros se sientan observados mientras que los segundos sienten que rehúyen sus miradas.
El hecho de hablar una lengua u otra condiciona nuestros movimientos, ya que no se mueven de igual forma un francés que un americano al hablar. Mientras que el primero se mueve de forma más sutil y controlada, con movimientos suaves y concisos, el americano tiende a ser más brusco y a mantener las distancias. Por eso, para poder aprender un nuevo idioma y dominarlo, no se deben aprender simplemente el vocabulario y la gramática, sino también la forma de moverse y las posturas, ya que en cada cultura el significado de éstas varía. Por ejemplo, en Europa se considera normal que un hombre cruce las piernas; se pueden ver a muchas personas en la televisión que se sientan de esta manera, mientras que en America esto es considerado un rasgo un tanto afeminado. Otro ejemplo es el de los musulmanes, que se acercan mucho los unos a los otros al hablar, mientras que en países de Occidente esto sería considerado como una invasión del espacio personal.
Pero los estudios del profesor Condon sobre los ritmos corporales van más allá. Recientemente ha llevado a cabo algunos experimentos utilizando EEG (Electroencefalogramas), GSR (Galvanic Skin Response, que mide la actividad eléctrica de la piel) y Electrocardiogramas. Y los resultados fueron impactantes. Condon está convencido de que lo bioeléctrico (el sistema nervioso del cuerpo que funciona mediante descargas eléctricas de los nervios) capta la sincronía interaccional y está profundamente involucrado en ella. Uno de los experimentos realizados consistía en conectar a dos personas a un electroencefalógrafo y analizar su actividad cerebral mientras hablaban. Aunque algunos científicos afirman que tratar de explorar el cerebro mediante un EEG es como tratar de descifrar el funcionamiento del motor de un coche mediante un estetoscopio en el capó, los resultados que obtuvo Condon fueron muy satisfactorios. Los dos gráficos que mostraban la actividad eléctrica coincidían en muchos aspectos: los dos cambiaban al intercambiarse el turno de hablar, o aparecía una mayor actividad cuando el hablante decía algo interesante y el oyente escuchaba con más atención.
Condon también ha demostrado que tanto la piel como el ritmo cardíaco reaccionan ante las palabras de alguien o los sonidos de alrededor. Por ejemplo, cuando una persona escucha una canción de cuna (en cualquier idioma), la respiración se hace más liviana y regular y se acompasa al compás de la música; el ritmo cardíaco disminuye y la actividad eléctrica de la piel permanece inalterada. Pero los sonidos no sólo son importantes para los seres humanos, como muchas veces se ha demostrado, las plantas a las que se les habla y se les cuida con amor crecen de forma más rápida y saludable que aquellas que se encuentran en laboratorios, lo que se podría considerar un caso extraño de sincronía.
A pesar de todas las evidencias encontradas, la comunicación no verbal todavía no es una ciencia exacta, ya que es relativamente joven y aún queda mucho por investigar. Además, cuenta con infinidad de detalles que podrían ser estudiados, lo que la hace más inexacta si cabe. Pero lo que sí es cierto es que está presente en nuestro día a día, la mayoría de las veces de forma inconsciente, y aprender a descifrar estos comportamientos lleva años de trabajo y estudio. Sin embargo, todos somos capaces en cierta medida de descifrar el comportamiento no verbal: es lo que llamamos intuición, algo que nos acompaña desde niños. Desde un punto de vista pesimista, los estudios sobre la comunicación no verbal podrían utilizarse para manipular a los demás. Si alguien controla su propio cuerpo y sabe qué movimientos y posturas realizar para proyectar una imagen falsa, muchos serán capaces de engañar y que todo el mundo crea sus mentiras. Según ciertos especialistas, el hombre común puede aprender a mentir con más facilidad, aunque dudan de que se pueda hacer a la perfección, ya que hay demasiadas señales no verbales que operan a un nivel subliminal. Aprender más acerca de esta ciencia es fascinante, ya que podremos darnos cuenta del significado de los gestos y las posturas en situaciones cotidianas: cuando estamos en una reunión, en una entrevista de trabajo, con los amigos… Se adquiere un modo de conocimiento muy especial, una nueva sensibilidad hacia los sentimientos de los demás y algunas veces también una sorprendente comprensión de las reacciones personales.
trabajo realizado por Alb. V.
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